viernes, 26 de julio de 2013

El AMOR ENTRE HOMBRE Y MUJER (2ª parte)



Si hablamos de respeto, hemos de hablar de muchas cosas porque el respeto es la forma máxima de amor en este mundo y por tanto, podemos afirmar que es la base para una buena relación de pareja (en este caso, lo mismo cuenta también para el colectivo de gays y lesbianas).

Respetar es aceptar al otro tal como es, sin pretender cambiarlo.
Si hemos decidido compartir nuestra vida con alguien, es porque su forma de ser nos atrae, ¿o es que solo buscábamos un incauto a quien echar las redes?
Muchas mujeres alimentan la ilusión de que cuando convivan conseguirán cambiar lo que no les gusta de él. Cual madres adoptivas se sumergen en la tarea de dirigir su vida, reñir y castigar hasta donde el buen hombre lo permita. Cuanto mayor es la bondad del consorte, más ahínco le ponen a la labor porque no hay un freno o un ¡basta! Y un egoísmo desbocado puede llegar hasta el punto de anular al otro como persona, maltratarlo psicológica y hasta físicamente, lo cual difícilmente llega a los juzgados porque a lo primero que tendría que enfrentarse ese hombre es a la vejación y al ridículo. Sin tener en cuenta las estadísticas conozco a muchas mujeres que maltratan psicológicamente a su consorte, casi al nivel de la anulación; personalmente el caso contrario no lo conozco.
A ese hombre, o mujer, le ha faltado respetarse a sí mismo para poder poner límites al otro. Ahí tenemos otra forma de matar al amor,
Algo muy frecuente que hacen las mujeres y no se dan cuenta hasta que punto alejan así de ellas a su amado, es que una vez casadas, o en convivencia, se creen con el derecho a ordenar la vida de la casa y sus moradores. Imponen sus normas sin tener en cuenta las necesidades de su compañero al que pueden llegar a asfixiar con la escusa de “yo soy la que limpio”. Si a esto le agregamos una compulsión por la limpieza ya tenemos el coctel que dinamitará esa relación.

Algunas mujeres se quejan de que todo se lo tienen que poner en la mano a su marido, -independientemente de que ellos nunca encuentran nada ni en la cocina ni en el armario- (“es que todo me lo escondes”, me dice mi marido), ¿Cómo no te va a preguntar? si cuando el pobre hombre osa coger por su cuenta una camisa le pegas un grito “¿Dónde vas con esa camisa?” eso hace que al final acabe convertido en una criatura sumisa y temerosa, dependiente de ti.
Y la dependencia en una pareja no es positiva, va dejando un rastro de humillación y resentimiento donde el amor no puede florecer.
Lo mismo ocurre con la dependencia emocional. Tu alegría, tu entretenimiento, el sentido de tu vida, no puedes ponerlo en manos del otro y esperar que te lo proporcione. Nuestra vida se enriquece con el otro pero nunca si se supedita a el, nunca si estamos por encima o por debajo de nuestra pareja en cualquier sentido (salvo…).
La consecuencia de la dependencia es una baja autoestima que atrae el menosprecio del otro, sea consciente o inconscientemente. ¿Y que tenemos de nuevo?: una forma más de matar el amor.

Siempre está la falta de respeto en la base de estos problemas, empezando por el respeto a uno mismo para poder poner límites al otro.

La pretensión de cambiar a nuestra pareja no tiene nada que ver con hacerle saber cuando algo nos ha molestado. Primero hay que preguntar, escuchar sus razones y sólo después, decir lo que pensamos, qué nos ha molestado y por qué, pero decirlo con cariño, con ternura, de la mejor manera posible, asertivamente. Si me callo nunca va a saber porqué se me ha torcido el moño, -por más que me quiera no es adivino- y no tendrá la oportunidad de corregir su error. Si dejamos que eso que nos ha molestado crezca en nosotros sin expresarlo, se adueña de nuestra mente y de nuestras emociones y es entonces cuando acusamos, agredimos, maltratamos emocionalmente… para que al final no sirva de nada porque el otro va a reaccionar de la misma forma agresiva.

Muchas veces el dialogo entre la pareja parte de errores que llevan al abismo. Todos nos equivocamos alguna vez y podemos hacer algo que moleste al otro sin querer, pero si el otro parte de que eso lo he hecho a propósito para fastidiarlo, su respuesta más fácil será devolverme mi “merecido”, y así los intercambios negativos irán en aumento hasta que la relación se disuelva por si misma. Si está conmigo es porque me quiere, entonces ¿Qué sentido tiene pensar que lo hace para fastidiar?
Preguntar y escuchar son dos cualidades que ayudan mucho. Y ponerse en el lugar del otro (empatía) es esencial si quiero saber de verdad lo que siente o entender por qué hace tal cosa. Tengo que salir de mí y ver las cosas desde su perspectiva, sólo entonces podré saber si lo que veo desde ese ángulo me agrada o me repele. Entonces tendré argumentos para decidir si sigo o no con la relación.

Una cosa que tenéis que aprender los hombres es a comunicar vuestras emociones y sentimientos, para ello hay que desaprender primero todo eso que tuvisteis que aprender desde niños a golpe de tragaros las lágrimas porque los hombres no lloran. Y sí, ya se que esas cosas se graban a fuego en nuestras tiernas células infantiles, pero ahora es hora de decidir si sigues creyendo en ellas o no. Si crees que los hombres también pueden ser sensibles, cariñosos, atentos sin dejar de ser hombres, entonces estás en el buen camino porque te permitirá expresar lo que sientes sin que peligre tu autoestima, podrás acercarte a la forma femenina de comunicación aportando toda tu masculinidad y podrás establecer un dialogo de entendimiento con tu pareja.
Podrás establecer una relación de Ser a Ser involucrando tus sentimientos y emociones en la comunicación. Aquí las mujeres tenemos ventaja, de ahí que necesitemos y disfrutemos más las relaciones sociales.
Aprende a derribar las murallas que tuviste que construir cuando desde niño asumiste que debías encubrir tus emociones. No hay ningún peligro de un posible ataque, en todo caso quedaría la experiencia valiosa de un aprendizaje y la riqueza inmensa de una forma de comunicación más profunda se desplegará ante ti al integrar el centro emocional y el intelectual.
Si, una muralla destrozada puede permitir el paso al enemigo pero también te abre al mundo, te permite salir de tu encierro, tocar al otro y abrazarlo. Te permite sentir que no estás solo.

Muchas veces son las heridas del ego, que todos tenemos en mayor o menor medida, las que disparan las discusiones que, por repetidas, se vuelven insostenibles y nos hacen pensar en abandonar el barco, por eso decía en la primera parte que esto es lo primero que hay que sanar. Pero ¿Dónde está esa herida?, ¿Por qué me he disparado ante una tontería? Quizás en el mismo momento, en caliente, no lo puedas ver pero si lo analizas más tarde, te darás cuenta que tu ego no busca consenso, es lo que yo creo y punto.

El ego es como un niño pequeño que necesita sentirse amado, valorado. Necesita que le prestes atención y que reconozcas sus méritos, pero, al igual que harías con un niño, también necesita que le reprendas cuando se porta mal, cuando hace lo que no debe: “No me ha gustado nada lo que has hecho, ya se que intentabas protegerme y te lo agradezco pero esa no es la forma. Espero que no se vuelva a repetir”.
El ego juega con nosotros y nos posiciona frente al otro, es inteligente para convencernos de que lleva la razón y actúa haciéndote reaccionar como un resorte sin que lo que sale de tu boca haya pasado antes por tu cabeza. Como un poseído. Como un jinete dejándose llevar por un caballo desbocado. De ahí la importancia de no reaccionar ante él, esa es la clave, mantenernos serenos para que, ante cualquier provocación seamos capaces de accionar en lugar de reaccionar; accionar desde la voluntad calma y hacer lo que se requiera de este modo. Preguntar, escuchar, respetar…


Llevo treinta años con el padre de mis hijos. Ha habido que derribar murallas, batallar con las heridas del ego, preguntar, respetar, tener paciencia con las retiradas a la cueva. Algunas veces parecía que el amor se acababa, pero solo era una ilusión, seguía estando ahí detrás de todo y a pesar de todo y volvía a renacer cada vez con más fuerza, con mayor entendimiento por ambas partes. Renacía y crecía al mismo tiempo que lo hacíamos nosotros como personas.

En la escuela aprendemos Mates, Lengua o “Historia” pero nadie nos ha enseñado como relacionarnos, como ser felices. Al contrario, aprendemos bien temprano que hemos de estar alerta, a desconfiar, a que cada uno va a la suya; también dentro de la pareja. Pero si es una conspiración de ingeniería social para destruir el amor (como afirma Rafapal), lo único que nos queda es la conciencia de nuestro poder y de que pese a todas las trabas que podamos encontrar, tenemos los mecanismos para superarlas.
No es fácil pero vale la pena.
Igual que estas reflexiones valdrán la pena si sirven para ayudar a alguien.



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