lunes, 20 de mayo de 2013

Por fin, libres

Esto es un resumen de "Por fin libres. Educación democrática en Sudbury Valley School" de Daniel Greenberg. Es tan enriquecedor, ojalá todas las escuelas sean así muy pronto.

UN EJEMPLO DE ESCUELA DEMOCRÁTICA

Sudbury Valley School (en adelante SVS) comenzó su andadura en 1968 partiendo de una premisa planteada por Aristóteles: “los seres humanos son curiosos por naturaleza”. La experiencia de esta escuela verdaderamente democrática, es el ejemplo vivo de que es posible educar en el más profundo de los respetos, de que el respeto sólo se puede aprender desde la vivencia de ser respetado y de que sólo viviendo la democracia es posible aprender a convivir en democracia.
La escuela está gobernada por una democracia pura, a través de la Asamblea Escolar en la que cada estudiante y cada miembro del equipo tiene un voto. Todos los aspectos de la escuela operan de esta forma sin excepción: las reglas, el presupuesto, la administración, los contratos, los despidos y la disciplina. Funciona sin ningún tipo de ayuda, ni del estado ni de fundación alguna y con una matrícula que está en torno a la mitad del gasto por alumno de las escuelas públicas y muy por debajo de las escuelas independientes privadas.

Cada alumno decide lo que quiere aprender y cuando. Podría parecer a primera vista que este modo de funcionamiento puede degenerar en caos pero la realidad es bien distinta. Cuando alguien o un grupo, quiere aprender algo, lo propone a la persona del equipo que les parezca adecuada, se fija la hora y el día y si llegan cinco minutos tarde se suspende la clase, si faltan por segunda vez se suspende la enseñanza. En veinte semanas, después de veinte horas de contacto, un grupo interesado en Aritmética había asimilado toda la materia que habitualmente se da en seis años. Cuando algo interesa de verdad el tiempo para aprenderlo se reduce de forma exponencial.

Esta es una escuela donde no hay cursos, no hay evaluaciones, no hay segregación por edades. Cuando un estudiante quiere entrar en una universidad se prepara para pasar el SAT (prueba de actitud universitaria equivalente a la selectividad), con ayuda de algún miembro del equipo educativo se enfrascan en los libros de exámenes siendo infrecuente que el proceso lleve más de cuatro o cinco meses, a pesar de que para muchos éste es el primer vistazo al material.

Algunos aspectos pueden ser muy chocantes para la sociedad de “fuera”. Daniel Greenberg, autor del libro y miembro del equipo fundacional de la escuela, relata como su segunda hija no decidió que quería aprender a leer hasta los nueve años. Hasta los seis o siete podía ser normal pero a los ocho, para abuelos y conocidos eran ya unos padres delincuentes, una escuela que permitía esto no podía ser buena.

En SVS no se estimula, no se pregunta, nadie dice “¡Aprende a leer ahora!”. Nadie ofrece con fingida emoción “¿No sería divertido leer?”. La convicción es esperar a que el estudiante dé el primer paso. Al igual que de manera natural los niños quieren aprender a hablar, cuando se les deja con sus propios recursos, ven por sí mismos que en nuestro mundo la palabra escrita es algo mágico para el conocimiento. Es entonces cuando se interesan en la lectura y aprenden en muy poco tiempo.

Greenberg narra el caso de un chico que desde que entró en la escuela lo único que hacía era pescar, un año y otro, todo el día, todos los días, otoño, invierno, primavera… Era un experto en pesca, y era feliz. A los quince años se enamoró de los ordenadores. Con dieciséis estaba trabajando como experto en mantenimiento para una empresa local. Con diecisiete él y dos amigos abrieron su propia empresa. Con dieciocho continuó estudiando informática en la universidad mientras se autofinanciaba con su trabajo.

La mezcla de edades es el arma secreta de SVS. Cuando las destrezas y la capacidad de aprendizaje no están al mismo nivel los chicos se ayudan unos a otros y lo hacen porque no compiten por notas o recompensas sino por lo satisfactorio que es ayudar a alguien y tener éxito en ello, eso les da un sentido de valía y de talento. Además está el lado del aprendizaje, a los adolescentes les gusta aprender entre ellos. Es más fácil. El que hace de profesor está más cerca de las dificultades del que hace de alumno que un adulto, las explicaciones son normalmente más simples, mejores. Así la escuela es comparada frecuentemente con una ciudad donde todos están juntos, todo el mundo enseña y aprende, es modelo, ayuda, regaña y comparte la vida.

En SVS no hay campanas ni “tiempos” de clase. La escuela abre a las 8.30 de la mañana y cierra a las 5 de la tarde, desde ahí, el tiempo utilizado en cualquier actividad se desarrolla desde dentro de cada uno, en la cantidad de tiempo que desea y necesita. Y siempre es la cantidad adecuada. El crecimiento de cada niño se produce de acuerdo a su propio sentido del tiempo. Si un estudiante necesita más tiempo del que ofrece la escuela, cogen las llaves y algunos incluso acuden en vacaciones y fines de semana. Los antiguos alumnos suelen decir: “La escuela me dio el tiempo para encontrarme a mí mismo”.


Existe la creencia de que si se deja a los niños elegir sus actividades, siempre se inclinarán hacia el camino más fácil. Eso no es lo que ocurre con los especímenes en vivo. La mayor parte del tiempo los chicos eligen el camino más difícil. (…) En realidad no sé por qué sucede esto, pero veo que sucede todo el tiempo. Es como si los chicos vieran sus puntos débiles simplemente como un desafío que deben afrontar.

Después está el que “los niños necesitan saber un poco de todo”… como si tú o yo o un panel de expertos pudiera escoger del vasto océano del conocimiento humano la combinación adecuada de gotitas que todo el mundo necesita beber. Aquí no se intenta seducir a los estudiantes para que aprendan lo que “deben” aprender, aquí lo más importante es la exposición a la realidad. Para aprender y crecer, las luchas cotidianas, desilusiones, frustraciones y fracasos son esenciales.

Las incidencias, problemas, formas de organización, todo, se ha ido resolviendo en la Asamblea Escolar. Las reglas son propuestas y aprobadas en ella. Todos los estudiantes independientemente de la edad tienen un voto en la Asamblea, también los padres. La asistencia es opcional, no hay delegación de voto. Dado que el Orden del Día se anuncia con antelación todas las semanas, ocurre en la escuela lo que ocurre en cualquier democracia libre: cuando un asunto es importante para alguien, esa persona acude, en caso contrario normalmente no se preocupan. Así que el posible “problema” de que un niño con cuatro años pueda votar en algo que no le concierne es prácticamente nulo.

El sistema de justicia de SVS gestiona más de un centenar de quejas al año y puesto que todo el mundo forma parte del proceso, todos colaboran, cada individuo sabe que el funcionamiento de la escuela como institución depende del consentimiento general a las reglas aprobadas por la Asamblea y juzgan justamente. El resultado es que todo el mundo es tratado justamente en esta escuela, nadie está atemorizado por la autoridad ni teme a nadie, la gente se mira directamente a los ojos como miembros iguales de la comunidad en la confianza de que su libertad está protegida por un sistema de justicia imparcial e igualitario.
SVS es una escuela abierta, en medio de un parque natural y a unos 2 Km. de Framingham (Massachusetts), con estudiantes de entre 4 y 19 años. Es natural que surjan conflictos. Llevó unos años que la policía se acostumbrara a ver a los “fugados” alumnos por la ciudad o la carretera. El propio campus, con árboles, rocas, carreteras, ríos, podía ser peligroso y se habló muchas horas de estos asuntos pero la filosofía aquí es que las personas por naturaleza, cuidan de su propio bienestar, no son autodestructivas. El peligro real descansa en tejer una red de restricciones alrededor de las personas. Las restricciones se convierten en desafíos y romperlas se convierte en una prioridad tal que incluso la seguridad personal puede ser ignorada. Relacionarse con los riesgos cotidianos es una parte importante de lo que los estudiantes aprenden aquí, en SVS viven en el mundo real, sin confinamientos.

Cuando alguien necesita material para algo (rebelado, cerámica, cocina…), lo pone de su propio bolsillo. A veces se organizan colectas o tómbolas para conseguir financiar algo para un grupo, como material deportivo, instrumentos musicales… como siempre sometiendo el tema a votación en la Asamblea.

Para el equipo de SVS la lección más dura, la que más autodisciplina requiere, es no “dar” a los estudiantes a menos que ellos lo pidan. Aprender a mantenerse a cierta distancia y no interferir con el proceso de crecimiento interno de cada uno, cualquiera que sea su edad o etapa de desarrollo.

La escuela siempre ha sido muy cuidadosa en cuanto a evitar cualquier impresión de jerarquía de actividades. Nadie dice que la preparación para la facultad es lo mejor, que la formación en un comercio está en un escalón inferior, que la formación profesional es para los fracasados. Cualquier interés humano es un objetivo valioso si ha sido elegido libremente desde un deseo interior autentico.


Las investigaciones realizadas sobre los antiguos alumnos demuestran que son, en general, personas independientes, integradas, con un sentido de sí mismos que proporciona sentido a sus vidas. Pero el lazo común que les une a todos es la comprensión de que sus años de crecimiento no les han sido escamoteados, mantuvieron su infancia tanto tiempo como desearon, tejiendo los maravillosos patrones que solo los niños son capaces de crear. Todas las personas son creativas si se les permite desarrollar sus talentos exclusivos. Es el mejor regalo que una escuela puede hacer, no robarles lo que verdaderamente les pertenece, permitirles ser ellos mismos.














domingo, 19 de mayo de 2013

Más sobre el respeto

Este es el capitulo sobre el respeto de mi libro "las tres claves para la educación de los niños".

Siento que está un poco sosa la página pero he intentado meter la ilustración de portada y no me lo ha permitido. Un poquito de paciencia y ya lo conseguiré algún día.


RESPETO

Si paciencia y firmeza son necesarias para una buena educación, el respeto es la condición esencial, la esencia misma de la educación. Pero el respeto tiene dos direcciones, el que yo tengo que mostrar a mi hijo como persona y el que él tiene que manifestar para tratar a los demás y a sí mismo. Si queremos que nuestros hijos aprendan a respetar a los demás tenemos que empezar por respetarlos a ellos y esto que parece tan obvio necesita algunas aclaraciones.

El respeto es la forma más pura de amor, y esto debemos tenerlo muy claro porque en nombre del amor, de la protección, del bien para nuestro hijo, muchas veces cruzamos esa línea indeleble por la cual lo que hacemos es negarles el derecho a ser ellos mismos, a crecer y desarrollarse plenamente.

Para empezar podemos partir de una simple idea: Trata a los demás como quisieras que te trataran a ti. (Y nuestros hijos no son distintos de los demás).

Este sería el esquema del resumen, pero un esquema sin más dice muy poco. Supongamos que tenemos un amigo en casa por unos días. Nuestro amigo es activo y madrugador. El domingo, ese día en que por fin podemos dormir hasta que nos plazca, a las 8 de la mañana llega a nuestro dormitorio encendiendo la luz, tirando de la manta y alborotando “¡Venga ya tanto dormir, arriba!”. Ese amigo debe ser muy valiente para hacer eso porque lo más normal es que le tiremos a la cabeza con lo primero que pillemos; o muy egoísta, o muy tonto, en cualquier caso si lo hace una vez no creo que le queden ganas de repetirlo…Pero resulta que si lo hace nuestro hijo de 4 años, ese que abre los ojos, baja de su cama y se va como un zombi para nuestra habitación pidiendo su leche o directamente diciendo que nos levantemos con él, a ese no le tiramos un zapato a la cabeza, a regañadientes nos levantamos para complacer al rey de la casa.

Cada vez que le permitimos cosas que no le consentiríamos a otra persona estamos reforzando su soberanía y su egoísmo y desde luego no le estamos educando en el respeto.

Pero, -podréis decir-, pobrecito, si tiene hambre, si está solo, aburrido… Os advierto una cosa, cada vez que os comportáis como criados del niño, él se empoderará más y más hasta convertirse en un tirano sin límites. Los padres están ahí para apoyar, amar y educar a sus hijos, no para ser sus esclavos. Ahí es donde está el límite, cuando un niño ya sabe o puede aprender a hacer algo por sí mismo, los padres deben dejar de hacérselo.

Pero, -insistís-, él no sabe calentar la leche. Bueno, pues que se conforme con unas galletas que dejaréis debidamente a su alcance y es una buena ocasión para que empiece a hacer cosas por sí mismo: ojear libros de cuentos, pintar, irse a dar una vuelta por la casa y buscarse sus propias aventuras… Es una estupenda oportunidad para que su creatividad se desarrolle en el entorno seguro del hogar.

La creatividad es esa condición inherente al ser humano que florece cuando estamos a solas con nosotros mismos y que necesita de libertad para poder manifestarse, que enriquece nuestra vida y que da a la persona pasión por lo que hace.

Pero, veamos otro ejemplo. Tú y yo estamos en una conversación interesante con alguien y una tercera persona no hace más que interrumpir y molestar intencionadamente. Por lo general o tú o yo le haríamos notar a esa persona su falta de respeto pero si lo hace un niño… bueno, es un niño, es normal que quiera que estén por él, que le expliquen qué significa cada palabra del tema que estamos hablando o que le respondan a cada pregunta suya sobre cosas que no son de vida o muerte en ese preciso momento, aunque tenga ya 10 años.

Este niño ejerce su tiranía con nosotros y también con todo el que se deje. No puede aprender los límites del respeto si no se los imponemos a él. Los padres muchas veces actuamos creyendo que hacemos un bien a nuestros hijos y les permitimos que abusen de nosotros, que nos utilicen como criados y como alguien de quien pueden sacar beneficio. Esta actitud podrá ser interiorizada por ellos como la forma normal de comportarse con todo el mundo con lo que al crecer y comprobar que los demás no le van a permitir ese tipo de comportamiento, pueden caer en agresividad y violencia para imponerse por la fuerza, o bien en depresión ya que la vida no es como ellos pensaban que era.

Por no hablar del número de casos en aumento de padres maltratados por sus propios hijos.

Tenemos otra cuestión: la de asfixiar a los niños o técnicamente, sobreprotección. ¿Quien no ha escuchado cosas como estas?:

-Niño, levántate del suelo que te ensucias.
-No te subas al árbol que te rompes la ropa.
-No corras que te puedes caer.
-Estate quieto que me mareas.
-Siéntate derecho.

Cuando sobreprotegemos a los niños les estamos impidiendo desarrollarse plenamente como personas. Como un árbol al que se van podando cuidadosamente todas sus ramas para convertirlo en un bonsái y del cual nunca llegaremos a saber en qué podría convertirse si permitiéramos a ese mismo árbol que se manifestara en su plenitud. Con un desarrollo en las mejores condiciones podría ser majestuoso, un núcleo de vida, de oxígeno, sombra y sonidos y sin embargo tenemos sólo un bonito bonsái al que admirar en cualquier rincón de la casa.

Es por eso que a pesar de que me encanta toda la variedad del mundo vegetal, los bonsáis me producen tristeza. Si a los niños no les permitimos ser ellos mismos, no respetamos su naturaleza innata, estamos recortando todas sus posibilidades de crecer como personas, de aprender por sí mismos, de equivocarse, de desarrollar su creatividad y posiblemente consigamos niños dóciles pero asustados del mundo, de la vida; niños aparentemente correctos pero con emociones reprimidas que, no olvidemos, pueden salir en cualquier momento en forma de trabas psicológicas o directamente como adolescentes rebeldes y/o adultos infelices.

Miedo, inseguridad, baja autoestima, tendencia a actuar con los demás de la misma forma dictadora y con la misma falta de empatía
con la que ellos, en nombre del amor, han crecido.

Muchas veces los padres sobreprotectores vienen de familias donde ha faltado el apoyo emocional o bien han sufrido malos tratos. Si ese es tu caso, no trates de compensar el abandono con la sobreprotección, porque ésta crea dependencia emocional por ambas partes, una preocupación excesiva que coarta la libertad de tu hijo y unas expectativas demasiado altas sobre él, que le abruman.

Suele ser habitual también en familias que tienen un solo hijo. Tratamos de que nuestro único hijo lo tenga todo, pero no confundáis amar con hacerles el camino fácil –que como estamos viendo es sólo en apariencia-. Amarlos es aceptarlos como son, respetando sus ideas y sentimientos pero sobre todo permitiéndoles tomar decisiones.

¿Cómo podemos saber si estamos sobreprotegiendo o sólo protegiendo al niño? Porque ninguno de nosotros vamos a estar dispuestos a reconocer lo primero, es como la paja en el ojo ajeno.

Veamos unas cuantas órdenes de las que damos con toda naturalidad a nuestros hijos:

1.- “Ponte el abrigo que hace frío” Como si los niños no tuvieran un sistema termorregulador que les dice cuándo han de ponerse el abrigo y que funciona de distinta manera que el de los adultos. Al igual que una anciana no se quita la chaqueta en verano a cuarenta grados y no le estorba, a los niños les sobra todo cuando están jugando y hay que verlos sudando, encendidos, con el gorro y los guantes puestos porque su mamá tiene frío.

2.- “No juegues con ese niño que es muy malo”. En lugar de permitir a nuestro hijo que descubra por sí mismo desde temprana edad con quien se siente a gusto y con quien no, le lanzamos mensajes de desconfianza y rechazo hacia otras personas impidiéndole además que pueda ir desarrollando estrategias de interacción abierta con los demás. No estamos ayudando en absoluto en su desarrollo evolutivo.

3.- “Siéntate ya, que estás sudando”. Como si el sudar en los niños fuese síntoma de estar al borde del colapso. Cuando damos este tipo de órdenes nos estamos buscando que nos desobedezcan, y cuando queramos que nos hagan caso en algo importante seremos nosotros los que sudaremos porque ellos no diferenciarán si es importante o no, será sólo una orden más.

4.- “No te bañes que te he puesto la crema para el sol”. A mi marido se lo hacía su madre de pequeño y ahora aborrece la playa y las cremas.

Con nuestra mejor intención vamos podando ramas del niño, evitamos que el niño explore su entorno sólo para que nuestros vecinos lo vean guapo, limpio y presentable. El niño, que es una máquina de exploración, tiene que replegarse ante los adultos que son una máquina de prohibición… Muchas veces la rebeldía surge antes de la adolescencia, de hecho es cada vez más común que a partir de los 6 años los niños ya muestren comportamientos rebeldes e incluso totalmente descontrolados y el abuso de este tipo de órdenes tiene mucho que ver.

Hagamos un acto de empatía, intentemos meternos en su piel, recordar lo que nosotros sentíamos cuando estábamos lejos del alcance de los adultos. ¿Entonces qué, a dejarlos salvajes que hagan lo que quieran? -diría mi madre-. No, pero sí a dejarles expresar su energía, su creatividad, sus emociones, su alegría por la vida.

Tendríamos que plantearnos ¿qué es más importante? Ya que tenemos un hijo vale la pena dedicar un rato de atención a preguntarnos qué queremos para él, ¿Que sea feliz o que vaya siempre presentable? ¿Que sepa respetar a los demás o que se preocupe sólo por sí mismo?

Porque hay que elegir, de lo contrario nos pasaríamos el día como dice la canción de Serrat “eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca”. Si a un niño lo bombardeamos todo el día con órdenes, él encontrará la manera poco a poco de ir haciéndose el remolón hasta que por un oído le entre y por otro le salga y cuando se trate de cosas realmente importantes actuará de la misma manera porque ya se convierte en hábito para ellos escuchar la cantinela y si no, fijaos en las abuelas, pueden dar más de 120 órdenes por hora y eso es una velocidad de riesgo porque el niño actúa como si oyera llover.

Por tanto es importante plantearse prioridades en la educación de los hijos y a veces no nos quedará más remedio que hacernos los locos y no mirar. Los niños saben que no hay que saltar en el sofá pero eso tiene un atractivo irresistible para ellos, es como las camas elásticas de las ferias. De vez en cuando no pasa nada si nos hacemos los suecos como que no hemos visto nada, el sofá habrá que cambiarlo de todos modos al cabo de un tiempo pero habremos dado la oportunidad a nuestro hijo de derrochar un poco de esa vitalidad que les quema por dentro y de sentirse felices por un rato.

Cuando entro en una casa en la que viven niños y todo está en su sitio limpio y ordenado, ya huelo el drama. ¿Dónde están el pan o la galleta babeada y restregada por las paredes o los muebles?, ¿Dónde están los lápices y papeles donde el niño garabatea?, ¿Y el agujero en cualquier rincón donde el niño escarba con su dedito para chupar el yeso de la pared?...

Ese hogar huele a rigor estricto donde lo importante no son las personas sino la casa, las cosas materiales. Las mesas y muebles auxiliares de un cristal brillante sólo admiten lujosas figuritas, porta fotos o centros de mesa, juegos de tocador, lámparas caras o ceniceros inmaculados, pero no papeles sueltos, libretas rayadas ni lápices de colores mordidos, menos aún plastilina que deja un rastro de color grasiento.

Tampoco armónicas o cualquier otro instrumento musical que de vez en cuando llame la atención del niño y pueda disponerse a trastearlo. Eso sí, la TV con el niño sentado por delante es perfecta, se está quietecito y no ensucia nada, eso sí se le permite y cuantas más horas mejor y aún más si lo tenemos encerrado dentro de un parque.




Pero después nos quejamos de que el niño no sabe entretenerse sólo, que hay que acompañarlo para que haga cualquier cosa si no queremos oír como un mantra “me aburro”.

Lo que el niño encuentra en su camino eso es lo que le llama la atención, si todo está perfectamente colocado en su estantería o guardado en el armario al niño no le interesa. Funcionamos así, también a los mayores nos pasa lo mismo.

¿Y si lo que le gusta al niño es tocar la batería? –podéis decir- Lo mejor que podemos hacer es proporcionarle una desde pequeñito, así se cansará de ella y de mayor podremos librarnos con bastantes probabilidades de ese tormento. Si no fuera así y a nuestro hijo le siguiera apasionando aporrear ese instrumento, lo único que nos quedaría es consensuar horas de ensayo en las cuales podríamos aprovechar para salir a hacer recados, o ponernos unos auriculares con música relajante.

No hay nada mejor que podamos hacer por nuestros hijos que permitirles ser ellos mismos, respetarlos. Es la única manera en que podrán desarrollar todas sus potencialidades y ser felices.




El respeto

Os comparto estas lineas que publique en la redjedi hace un año.

He reflexionado mucho sobre esto y he llegado a la conclusión de que el máximo valor es el respeto. Respeto a uno mismo y respeto a los demás, respeto a la naturaleza, al diferente, al otro sexo, a la verdad, a la vida.
Pero educar en el respeto es complejo, necesitamos un giro de 180 grados en el sistema educativo (para empezar por donde todos los niños pasan obligatoriamente) y de toda la estructura social.
Educar en el respeto sería hacer como vienen haciendo unas poquísimas escuelas libres desde hace ya unos años, dejan al niño en libertad total para decidir que quiere hacer o aprender y cuando. ¿Creéis que la sociedad está preparada para aceptar de buen grado que un niño se pase un año tras otro pescando sin hacer nada más? ¿o que no se le ocurra aprender a leer hasta los 9 años?
No lo está. Los padres no saben, ya que a ellos no se les ha respetado y muchas veces se pasan al otro extremo donde el niño es el rey y no le enseñan a respetar a los demás. Tampoco los profesores, acuciados con los objetivos, competencias y sin formación en habilidades socioemocionales están preparados para afrontar, aunque sea mínimamente, desde las escasas posibilidades que tienen dentro del sistema educativo, el reto de educar en el respeto.
Sin embargo no pierdo la esperanza, si cada uno de nosotros lleváramos por bandera el respeto, esta sociedad cambiaría en poco tiempo. El respeto está en la idea de democracia donde el bien común prima sobre el individualismo (observad que he dicho la idea, no lo que sucede en realidad).
La falta de respeto está en la base de todos los problemas sociales y personales y no es un valor a recuperar ya que nunca ha sido primordial en nuestra sociedad. ¿A cuantos les puede parecer que tener a un niño desde los tres años sentado, quietecito y callado un montón de horas es una falta de respeto? Y sin embargo así es, es una falta de respeto total a su naturaleza física y a su salud mental. Pero es normal. Engañar a los niños por nuestra conveniencia lo vemos normal, porque todos hemos crecido de esta forma y ni lo cuestionamos.
El sistema está muy bien pensado para que actuemos como autómatas sin reflexionar y dejándonos llevar por lo que nos dicen las instancias "superiores".
No podemos esperar a que cambien los sistemas educativos, los medios, todo lo que nos maneja, cada uno en nuestra pequeña medida tenemos la posibilidad y la responsabilidad de cambiar. Cada maestro, cada padre, compañero, jefe, cada uno de nosotros tenemos el reto por delante de hacer aflorar la máxima forma de amor: el respeto.

sábado, 18 de mayo de 2013

INICIO

Con el artículo que abre este blog sobra otra presentación. Ahí esta descrito mi proceso, sólo añadir que el “no hacer nada” es una opción que además puede ser temporal. Significa libertad de acción, moverse en la dirección que te indica tu Ser, disfrutar de lo que haces, porque así aportas lo mejor de ti. No hacer nada es “no tener que hacer algo”, liberarse de la carga de esa responsabilidad, decidir si quieres o no hacer y fluir. En mi caso, me gusta escribir. Conecto con mi esencia para que, al hacerlo, lo que resulte sea beneficioso para alguien o al menos pase un rato agradable con su lectura. Esa es mi recompensa y mi granito de arena.

Desmanteladores de sistemas

Pues si, que le voy a hacer, soy una desmanteladora de sistemas, eso pone en mi carta de presentación. ¿y eso que es? podréis preguntaros. Bueno es un trabajo que me gusta, se trata de retos, algunos tan difíciles que a veces pueden parecer imposibles de conseguir. El primer reto es adaptarse a este mundo sin recordar a que has venido. Empiezas de cero, naciendo y creciendo en un cuerpo humano, permitiendo que los padres que te acogen hagan lo que pueden con ese bicho raro que es su hijo y que la sociedad inocule en tu mente toda clase de dogmas y mentiras. A veces piensas, ¿Cómo es que a mi me duele tanto la tierra y el sufrimiento humano y no parece importarles a todos los que me rodean? Será que no soy de aquí. Quizás vengo de otro planeta y estos pobres se creen que soy su hija. Con el paso del tiempo te vas sintiendo atraída por lecturas que intentan darte respuestas y empiezas un camino espiritual que pretende tranquilizar tu alma. Mas tarde empiezas a darte cuenta del régimen de esclavitud a que esta sometida la población humana y devoras toda clase de información disponible. El movimiento 15M te parece genial, el principio del fin y te involucras hasta la médula… hasta que te das cuenta que también eso estaba orquestado desde arriba y que los planes de la élite siguen adelante sin inmutarse por manifestaciones, recogidas de firmas, etc. Es entonces cuando te preguntas ¿Qué hacer? Y, en la quietud, empiezan a surgir respuestas. La más inmediata: dar la espalda en la medida de lo posible a esta sociedad, al consumo, a sus medios de publicidad incluido el cine, la TV y la música, a sus juegos de votaciones sin sentido… La siguiente: dejar de alimentar con emociones negativas a esos seres que gobiernan este mundo y que inducen el sufrimiento en la población humana como un granjero mete hormonas en sus animales para que engorden. Ellos necesitan ese néctar, es su fuente de energía y han manipulado nuestro ADN desde el principio para poderlo recolectar. Otra: Conectarse con el Yo superior y dejarse guiar por el. No tiene porque ser solo meditación en recogimiento, puede ser también en movimiento, en contacto con la naturaleza, viviendo en el presente. Eso lleva a: actuar sin reaccionar, o sea, accionar. Lo consigues cuando actúas desde la serenidad de la conexión con tu Yo superior, cuando ninguna provocación puede sacarte de tu centro, cuando no es tu ego herido el que actúa sino tu Ser. Y por fin, la ultima respuesta: No hace falta hacer nada. Si estas aquí respirando la serenidad del Ser, junto a los miles, tal vez millones de desmanteladores de sistemas que hemos encarnado en esta época, ya estas haciendo. Mostrar a todo el que lo permita, la realidad de la esclavitud humana. Pero ir un paso mas allá, no permitir que, ante la evidencia de los hechos, la natural frustración de paso a la rabia o la tristeza. Hay respuestas y no estamos solos. Muchos estamos aquí, como tú y como yo, pero muchos más están apoyando desde el espacio, desde otras dimensiones, ayudándonos a recordar lo que hemos venido a hacer, enseñándonos cómo, guiándonos. No recuerdo nada de mi vida anterior pero tengo la certeza de que estoy aquí para contribuir en este gran reto, desmantelar el sistema.